Un micro instrumento. Y toda la magia que provoca al exhalar y aspirar. La armónica acompaña a Daniel Chappet. Viaja con él a todos lados, y con ella, este virtuoso nacido en San Agustín pasea, explora por diferentes lenguajes musicales. En sus inicios, una verdad de Perogrullo acompañó sus deseos. Si te gusta la armónica tenés que escuchar a Toots Thielemans y a Hugo Díaz. El santiagueño transmitía una increíble sonoridad. Creó un estilo argentino de tocar el instrumento. Inventó un modo de ejecutar tango y folklore. Todo eso se le coló por los poros a Chappet y se transformó en la banda de sonido de su infancia.
Cuando se instaló con su familia en Balcarce, a los 13 años, se acercó poco tiempo después a la música gracias al empuje de un grupo de amigos. Uno de ellos usaba, cada tanto, una armónica de blues. No dudó en pedírsela y en ese momento quedó prendido a ese instumento que supo cautivar a la mismísima Ella Fitzgerald.
Chappet decidió marchar hacia La Plata para perfeccionarse y compartir reuniones con otros músicos. Así conoció a un guitarrista, Aldo Vallejos, conformando en 2006 un dúo que tuvo su pico de máxima expresión en ocasión de la sexta edición del certamen “Hugo del Carril”, cuando fueron seleccionados entre cuarenta conjuntos y se terminaron quedando con el primer premio. Quien fuera ganador del Pre Cosquín 2014 en el rubro solista instrumental, en todo este tiempo ha desarrollado su actividad principalmente en el circuito profesional de Buenos Aires, acompañando a diferentes artistas como Jacquelin Sigaut, Hernán Genovese, Laura Molina, Alejandro Calvi, Hernán Castello, y conformando también un dúo junto al gran guitarrista Néstor Basurto.
Tras la muerte de Díaz, no pasó mucho en la escena de la armónica. Pero con la aparición de Franco Luciani, o de Mariano Massolo, ese mundo comenzó a florecer nuevamente. No sólo por los encuentros que se sucedieron dedicados al instrumento, sino también por el espacio ganado desde la actividad solista. Y Chappet supo bosquejar una impronta particular y muy personal para transformarse en uno de los referentes principales de la nueva generación de armoniquistas.
El último fin de semana, Chappet visitó nuestra ciudad junto a Basurto para acompañar a la cantante Antonela Alfonso en su presentación en el auditorio de MEDANO, y ser de la partida, el domingo, en el segundo Encuentro del Ciclo “Cuerdas y Vientos de Agosto”, organizado por la Dirección de Cultura y Educación local. La reunión musical de alto nivel concentró a numeroso público en la sala 1 del Centro Cultural Maracó.
“Me tocó acompañar a Néstor (Basurto) para mi primera vez en General Pico, viví un fin de semana inolvidable junto a músicos y junto a Antonela (Alfonso), a quien conocí en una de las tantas reuniones multitudinarias que Néstor hace en su casa. Es una mujer a quien aprecio mucho y lo que está haciendo cómo intérprete es maravilloso. Desde el punto de vista musical, los dos buscamos lo mismo, es decir, desde el compromiso, de elegir un buen repertorio y ofrecerle lo mejor al público”, contó Chappet, hoy más cerca físicamente a la “gran urbe”. Por estos días dejó de residir en La Plata y piensa su lugar en el barrio de Flores. “Eso me permite frecuentar de otra manera a gente que he conocido en los últimos años, con quien estoy laburando y aprendiendo”.
– ¿Cómo apareció una armónica en tus manos?
– Empecé a tocar cuando tenía unos trece años, de entrada me llamó mucho la atención su sonido, y ahí nomás busqué a los armoniquistas referentes como Hugo Díaz, a quien comencé a escuchar con devoción. También aparecerían Toots Thielemans y Antonio Serrano, que acompañaba a Paco De Lucía. La guitarra fue en realidad el instrumento que me acercó a la música, pero cuando conocí a la armónica, me sedujo totalmente. Iba al colegio con un amigo que tenía una y no la usaba, entonces, en una excursión que hicimos a Mar del Plata, se la pedí en el micro cuando viajábamos. Al poco tiempo me compré una, el sonido me fue atrapando y ya decidí no parar.
– Arrancaste con diatónica pero te “enganchaste” luego con la cromática…
– Sí, los primeros momentos fueron con la “blusera”, es lo más común, y a los pocos meses, gracias al consejo de un profesor, conseguí la cromática y arranqué estudiando. Omar Cerono fue mi profesor en el pueblo, y en Balcarce también me acompañó mucho Oscar Gringo Melucci, el fue quien me dijo un día “fijate que Hugo Díaz tocaba con una armónica más grande”. Los dos empezamos a investigar. Y en Mar del Plata tuve otro maestro, Jorge Díaz, a quien no pude tratar mucho tiempo porque lamentablemente falleció. Una vez me dio un disco de Thielemans, lo escuché y dije ¡Uhh…mirá el sonido que saca este tipo!. Basurto es otro que me brinda su enseñanza, yo venía tocando mucho tango, pero sin abordar otros sonidos, intentaba imitar al bandoneón, pero cuando conozco a Néstor y a su entorno, y conozco cómo se estaba trabajando en la música popular, mi cabeza se modificó bastante. Comencé a tocar desde otra perspectiva.
¿Dónde creés que está ubicado hoy el instrumento en la consideración dentro de la escena musical?
– El sonido de la armónica se está imponiendo. Cada vez acompaña más música. Y la gente la conoce. Tenemos que decir que se trata de un instrumento relativamente nuevo comparado con otros, en Estados Unidos acompañó los inicios del blues y en nuestro país recién empezó a hacerse sentir en los años cuarenta con el genial Hugo Díaz. Considero que la aparición de Franco Luciani abrió otra vez el camino para que la armónica recupere su lugar.
– ¿Cómo es tu relación con Luciani?
– Nos llevamos muy bien, de diez realmente. No hablamos muy seguido pero siempre nos escribimos, y sé, a través de amigos en común, que siempre está hablando bien de mí, de lo que hago. Tratamos de no molestarnos, el anda con mil cosas y no da para que lo llame y nos juntemos a tomar unos mates. Es una relación con mucho respeto.
– La masividad de Cosquín abre puertas pero ¿qué mirada tenías previamente del festival?
– Nunca había ido a Cosquín, ese tipo de festivales no logra llamarme la atención, principalmente por el manejo que existe detrás de escena. Como tampoco me seducen los certámenes. Pero bueno, un amigo logró que me presentara a concursar en el Pre Cosquín y la verdad que me encontré con un mundo maravilloso, ahí están verdaderamente los músicos, aquellos que están comprometidos con lo que hacen y no piensan únicamente en la necesidad de conquistar al público o de subirse al escenario mayor. Toda esa movida de las peñas, y el respeto del público, te puedo decir que si uno se calla, se escuchan los grillos.
– ¿Pensás tu repertorio desde un lenguaje musical en particular, como sucede ahora con el tango, o desde las posibilidades del instrumento?
– Me defiendo bastante bien con el tango, sé que lo toco bien. El sonido está ligado al acordeón, al bandoneón, cuando la gente termina de escucharte te dice “cerré los ojos y me pareció escuchar un fuelle”. Tiene opciones de encontrar más sonidos con otras embocaduras y podés imitar hasta un violín, un saxo o una trompeta. Logro sentirme muy cómodo con muchos tangos, ahora estamos tocando “Berretín” con Basurto, yestá genial, pero todo depende del momento y de cómo uno esté en el escenario, puede suceder también con alguna zamba o una chacarera. La otra música me gusta muchísimo, como el jazz, y también amo el sonido de la armónica en la música brasilera.
– Has colaborado para diferentes discos, entre ellos en “Setiembre” de Valeria Lima, que tan buenas críticas cosechó ¿en qué momento está el armado de tu primer trabajo?
– Mi disco ya está grabado, aún no tiene nombre y estamos viendo con Néstor (Basurto) cuándo definimos su salida. Estoy muy pendiente del sonido, de cómo va a quedar, grabé un montón de cosas pero estimo que finalmente tendrá unas diez canciones. La mitad, casi, serán tangos, y también abordé folklore. Estoy con mi armónica y se sumaron músicos amigos, en algunas con duplas de piano o guitarra, intervienen los hermanos Marquesano, Diego Gazzaniga, Néstor también interpreta un tango al igual que Carlos Rossi.