27 rue de Sevres, Paris VIIe
Miércoles [jueves]16 de septiembre, 11 hrs. [1920]
Simone, ya no sé…¿Le dije que es usted ahora todo para mí? No encontraba las palabras ayer por la mañana. Sin embargo esta fe (más que confianza) que le he declarado de prisa, es lo más cierto que existe. Quizás usted habrá notado que a través de mis rodeos yo no intentaba sino que comprendiera una sola cosa. Aquello que es único y -creo- feliz en mi caso, es lo que, de entrada, le hizo sentir miedo. Si yo no hubiese proyectado la gran duda que usted sabe sobre todo, me parece que no le estaría develando por completo mis formas de sentir. Habría algo en lo que usted no sabría cómo situarse. Así, por el contrario, nada está más equilibrado y usted dispone de mí totalmente. ¿Comprende el significado de este compromiso que deseaba adquirir hacia usted? No soy nada, si se quiere verlo así, pero lo poco que tengo se lo ofrezco con felicidad. Felicidad, ¿es eso lo que quise decir? Simone, días como los que acabo de vivir abren tales perspectivas que es un crimen hablar. Que eso me haya sido posible, he ahí lo que me perturba infinitamente. Hubo momentos únicos que se imponía reservar a las lágrimas. No sé, renuncio a hacerme una idea de aquello en lo que me convertía en tales momentos. Me tomaría un largo tiempo explicar cómo un par de ojos, una mano, pueden concentrar [en]un minuto todo aquello que lo ha cautivado a uno en el universo. Desde hace dos días estoy, por usted, bastante más allá de lo posible y lo soñado. Es necesario escribir y heme aquí, delante de la puerta abierta sobre la rotonda que apenas vislumbro, pensando en la omnipotencia de semejantes talismanes. Apenas me está permitido decir hasta qué punto ya no soy el mismo. Todavía con timidez me acerco a esta tierra maravillosa en fusión. Nada queda allí de lo que alguna vez fui. No quedan sino soles; cierro los ojos.
Me equivoco al no pensar más que en usted y extender este paraíso a la sola reflexión. Cuán acertada ha sido en llamar mi atención hacia aquello que la rodea. Prefiero a su amiga antes que a todos mis amigos.
Tuve la loca ocurrencia de creer que usted no me olvidaría totalmente durante este mes, todavía la tengo. Me falta suficiente sentido crítico para escribir con seriedad: “la locura…”. Temores, ay, ya no tengo; se los he revelado todos a usted.
Simone, ¿ama usted de veras eso de perdidamente?
Dejaré París mañana por la noche después de haberle escrito otra carta. (Usted no tendrá tiempo más que para enviarme una nota a Lorient [en Bretaña]…)
¿Ha leído el maravilloso poema de Rimbaud llamado “Realeza”? Yo lo vivo.
André