Los elegidos de Carola Ferrero (artista plástica)

Un libro: Y ellos se fueron, de Viviana Rivero.

A la hora de elegir un libro busco que esté basado, por lo general, en una historia real. Me paré frente a la biblioteca en casa y comencé a extraer algunos ejemplares que ya no recordaba los tenía; de paso les saqué el polvo, hojeé varios, sentí su aroma y entre tanto movimiento apareció Y ellos se fueron. No sé con exactitud cuándo lo leí, pero hace un par de años. No lo vi a simple vista, estaba ubicado por detrás de unas enciclopedias antiguas que guardo desde los tiempos que se estudiaba con libros en mano. Es una novela enmarcada en el siglo 20 que cuenta la vida de Isabel Ayala, hija de bodegueros en España, quienes sufren las consecuencias de una plaga que arrasa con todos los viñedos de la zona. Ella, una adolescente muy bonita, se enamora de Antonio Ruiz, hijo de viñateros también. Los padres de Isabel toman la decisión de casarla con Paco Reyes, éste decide irse a Mendoza para instalar su bodega. Isabel deja su patria, su familia y el gran amor, para hacer una nueva vida en Argentina. Logra emprender con entrega y pasión la vida de esposa, dedicada a levantar su propio viñedo, deja de pensar en lo que no pudo ser y se conforma con lo que le toca vivir. Pero un día Antonio Ruiz llega a Mendoza, el encuentro hace que florezca la pasión prohibida, como si el tiempo no hubiese transcurrido. Y ellos se fueron es mi elegido por ser una novela basada en lo real, dentro de un contexto histórico que me atrapa, porque me hace recordar la llegada de mis abuelos a la Argentina, como tantos otros. La historia va pasando por distintos sentimientos, hay drama, es romántica y triste a la vez, pero con un final encantador donde los sentimientos del corazón van más allá de la propia historia.

Fragmento

Pensar en Isabel lo destrozaba. Sus diecinueve años le alcanzaban para tener la certeza de que si ella se casaba con otro, nada para él volvería a ser igual. Se apoyó contra uno de los troncos y no pudo evitar que viniera a su memoria el primer beso que se habían dado hacía más de un año en el arroyo. Latían en sus oídos las conversaciones sobre los planes que pensaban llevar a cabo juntos en los años venideros. Tampoco podía olvidar la expresión de sorpresa en el rostro amado cuando, durante uno de los últimos encuentros, él le había cedido gustoso sus propios alimentos, tan preciosos en épocas de hambre. Ella le había dicho:

—No puedes darme esto, Tonio… es tuyo.

—Sí, puedo. Es lo que me hace feliz.

—Tienes que pensar en ti y no sólo en mí.

—¿Por qué? Algún día serás la madre de mis hijos, por eso te cuido.

Sí, tenían planes juntos y Antonio los suyos propios para progresar, pero el tiempo ya no les alcanzaba. Tenía proyectos ambiciosos de construir las complicadas máquinas que dibujaba día y noche en su carpeta de hojas blancas, pero los acontecimientos corrían más vertiginosos que sus sueños. Una vez más recordó el cuerpo dulce de Isabel entre sus brazos, y los besos apasionados bajo la copa de los árboles, llenos de promesas. Al hacerlo sintió un mazazo de deseo y dolor que lo tendió en el suelo. Sentado contra una de las plantas, con las manos crispadas, se tocó el cabello rubio. Recogió tierra en su palma y la dejó escapar entre los dedos.

—¡Puta madre!… ¿Por qué no es buena? ¿Por qué no responde?

Una obra de arte: Guernica, de Pablo Picasso.

Se vino a mi mente una charla con mis abuelos, inmigrantes españoles, cuando contaban que el hermano menor del abuelo había muerto en la Guerra Civil. Yo solo era una niña, no sabía bien de qué se trataba, pero sí sentía su dolor por esa pérdida. Esta obra me movilizó emociones, por lo vivido en la familia, y a pesar de la distancia, nos mantuvimos unidos, compartiendo tristezas y alegrías. Tuve la suerte de viajar a España, y cuando estuve frente al cuadro sentí el dolor de los abuelos en aquel relato cuando yo era tan solo una niña. Ese día comprendí, y le di un valor especial a esta obra, me di cuenta que guarda mucho en común con la historia de  mi familia. No voy hacer un análisis detallado del Guernica, solo voy a detenerme para contar qué me transmitió. Su tamaño paralizó mis sentidos por unos segundos, automáticamente volví a ser esa niña que atentamente escuchaba a sus abuelos. Vi el reflejo literal del caos en una sociedad española que clamaba por la libertad y la paz. Dolor y muerte es lo que me impactó en los personajes encarnado por las mujeres que componen la obra, mujeres madres, que suplican y resisten ante el dolor de la pérdida de seres queridos. Al hermano de mi abuelo lo vi representado en el centro inferior de esta gran composición pictórica. Para 1940, cuando se había instaurado en España la dictadura militar de Franco, Picasso hizo que su cuadro fuese custodiado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York, con la condición de ser devuelto cuando se reinstaurara la República. En 1981 la obra llegó a España, fue expuesta en el Casón del Buen Retiro, y para 1992 ya quedó en el Museo Reina Sofía, de Madrid. Si Picasso no hubiese tomado esa decisión, no tendríamos al Guernica. Y si mi abuelo no emigraba a tiempo, yo no estaría describiendo y comparando este hecho histórico con la obra y mi familia.

Una canción: Funkytown, de Parchís.

Época de preadolescencia, sueños y juegos en las veredas del barrio donde vivía. Los medios para escuchar música no abundaban en casa, era la radio, un pasacassette de finales de los 70, o el estéreo del auto. Los Parchís fueron furor en Argentina por esos momentos, pero mi canción preferida fue Funkytown, ya que destellaba un buen ritmo único que todas las chicas y chicos queríamos coreografiar. Tenían otras canciones como La batalla de los planetas, Ratatata, o Dime que me quieres, pero esta canción marca una etapa dónde, de niña y preadolescente, me sentía más grande de lo que era. Con mis vecinos la interpretábamos, intentando hacer pasos, no era fácil…Lo volvíamos a intentar tantas veces hasta que de pronto se había oscurecido nuestra tarde de ensayos. Esta canción era motivo inevitable de baile en los cumpleaños, ahí seguro teníamos un buen sonidista y disfrutábamos de la velada al mejor estilo artístico. Escucharla nuevamente me transporta a esa hermosa etapa de juegos con un grado de magia e ilusión de ser integrante del grupo.

Un disco: Doble vida, de Soda Stereo.

1988. Fanatismo por la FM, donde podíamos escuchar las novedades musicales. En casa no había equipos sofisticados, pero un gran compañero en esa etapa de mi vida era una especie de reproductor Mp3, con auriculares, pero con la diferencia que era mucho más grande, y con espacio para colocar el cassette. Tenía una correa para llevarlo a modo de carterita colgando del cuello. Un día me regalaron el cassette Doble vida, que tenía Picnic en el 4° B, Ciudad de la furia, Lo que sangra (La cúpula), Corazón delator, Día común, En el borde, Terapia de amor, Ritmo de tus ojos, Languis. Doble vida llenó mis espacios de soledad y silencios en todo momento, escucharlo a mis 16 años me hacía renacer y ver la vida cuán dolorosa podía ser. En pocos meses había crecido sin darme cuenta, de repente reponía ampliamente las energías cuando sonaba Doble vida. Entre tanta nostalgia, continuaba como si nada pasara. La ausencia de un ser querido a tan corta edad, hizo que me aferrara a la música, y en especial a este disco de Soda Stereo, porque calmaba el dolor que padecía. No puedo dejar de recordarlo y  asociarlo a algo tan personal.

Una Película: La vida es bella, de Roberto Benigni.  

La vi hace bastante tiempo, siempre me atrapó, y no deja de impactarme el Holocausto. Por esas cosas de la vida visité el campo de concentración de Dachau, muy cerca de Múnich, en el sur de Alemania, y entrar ahí, puedo asegurar que hiela la piel. Pasando por los pabellones, recordé perfectamente la película, las cuchetas o literas eran las mismas que había visto en esta película, los trajes que cuelgan de las vitrinas…Recordé a los prisioneros, y tantas cosas más que me transportaron en el tiempo del horror y la humillación que sufrieron miles y miles de personas de la comunidad judía. Es un film que me transmitió una gran enseñanza. La felicidad, a veces, está en nuestra manera de mirar la vida, en aceptar y enfrentar las adversidades.

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Autor

Raúl Bertone